viernes, 2 de marzo de 2018

Cuando el libro se hace cuerpo (y amor de contacto)

COMO LIBROS

Quiero decirte que he leído

y sé enteras

las páginas aún sueltas, temblorosas, de tu libro

-un prólogo candente-

y confesarte que he soñado también las escondidas

que aún guardas cerradas

y crees intactas

Quiero decir que quedan muchas páginas en blanco

aún por escribir de puño y letra

donde insertar los pies de las figuras

nuestras siluetas

en cuerpo a cuerpo denso

y boca a boca

Quiero deletrear despacio tu mirada

puntuar tu risa

poner constantemente el dedo en tus acentos

-aún más que circunflejos, circulares-

para atajar los circunloquios

los cenagosos puntos suspensivos

y despoblarte así cada interrogación y cada niebla



Quiero tocar cada renglón con estos dedos

omo los casi analfabetos

que siguen con los labios la escritura

y cuando leen, dirías que oran

como los ciegos

que surcan promontorios

que palpan agujeros y así saben

y quiero acompañar entre los labios la lectura

de cuanto esté dispuesto

o como un niño

como un primer lector que descubriera el paroxismo

de barcos, príncipes, murallas…

Una odisea y Troya

El primer libro

Quiero leerte entre comillas y a deshoras

de la paginación al índice completa

al hilo que encuaderna, recoserme

y quiero ser solapa, atril y marcalibro

velar cansado en tu mesilla

ser una lámpara pequeña

-lo necesario-

como un vaso de agua

cuando se tuerce el sueño y se hace miedo

y quiero ser también tu libro de horas

estar de cabecera

quedarme entre tus manos y tu vientre

recostado

para otro día que venga

otro contiguo a ti

tu posalibros


Quiero leerte enteramente

y que me leas hasta el final del colofón

del duelo

y que después, si quieres

tires las páginas al fuego

y que concluya así este opus nigrum

Quiero pedir, que encuadernados

se nos desgaste el texto tan despacio

que en blanco y negro y deslumbrante

sea, línea a línea

una lectura altiva
que nos llame constante

y que nos haga airosos, altos

extendido


Quiero decir que quiero llegar hasta el epílogo

hasta la página final que nos acecha

que no me rindo

que malherido sí, pero pulsante

te escribo hoy la página de más

casi arrancada

la imprescindible

esta que crece

-que ahora eres tú quien me la debe-

una oración completa

un grito opaco

este renglón que llama y se hace cuerpo


Quiero escribir que sé que estás escrita


                                                   Alberto Caffaratto Ladoire (Madrid, 1954)

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